Hay lugares donde la historia no se lee: se respira. Accomarca, en la provincia ayacuchana de Vilcashuamán, es uno de ellos. Su paisaje andino, de comunidades quechuahablantes y trabajo comunal, quedó atravesado por el Conflicto Armado Interno (1980–2000). Visitarla significa aceptar una invitación exigente: escuchar lo ocurrido, reconocer el dolor y acompañar el empeño cotidiano por reconstruir la vida.
Un nombre que duele y convoca
El 14 de agosto de 1985, una patrulla del Ejército incursionó en Accomarca acusando a sus habitantes de colaborar con Sendero Luminoso. No hallaron pruebas; sí dejaron un registro de violencia que separó a hombres y mujeres, que humilló, que ejecutó y que quemó cuerpos y viviendas. La etiqueta de “zona roja” confundió población indígena con terrorismo. Desde entonces, Accomarca es sinónimo de una herida abierta en la memoria del Perú.
Lo que la comunidad hace con su dolor
Cuatro décadas después, la comunidad no se define por lo que le hicieron, sino por lo que decide hacer con lo vivido. La resiliencia no es un eslogan: es la práctica de quienes preservan la memoria, buscan justicia y cuidan su tejido social. Ese cuidado toma forma en dos frentes complementarios:
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Proyectos de memoria. Se trabaja en la creación de un Lugar de Memoria de Accomarca. No para congelar el sufrimiento, sino para transformarlo en un espacio de comprensión, duelo colectivo y educación cívica. La memoria como derecho, como prevención y como compromiso con el “nunca más”.
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Rescate de tradiciones. La violencia desordenó la vida comunal. La respuesta ha sido reactivar los cargos festivos, las celebraciones y la cooperación que sostienen la cohesión del pueblo. Volver a celebrar es volver a encontrarse.
Un desarrollo que no explote la tragedia
Accomarca proyecta su inserción en un Corredor Turístico de Historia, Memoria y Ambiente. No se trata de convertir la herida en espectáculo, sino de dignificarla: ofrecer rutas que integren naturaleza, cultura y memoria con participación comunal, beneficios distribuidos y estándares de respeto. El objetivo es claro: ingresos para las familias sin negociar la dignidad.
Por qué esta visita importa
Quien llega a Accomarca encuentra una lección de país: reconocer lo ocurrido no divide; hace posible la justicia y la reconciliación social. La memoria, bien trabajada, es también desarrollo: alfabetiza en ciudadanía, protege a las nuevas generaciones y abre horizontes de trabajo local sostenible. Caminar por sus calles es asumir una responsabilidad compartida: recordar para reparar, reparar para convivir.













